viernes, 25 de noviembre de 2011

El Dios abandona a Antonio

Recuerdo cuando lei No digas que fue un sueño de Gala, lo que más me gustó fue que me descubrió a Kavafis. Desde ese poema, El Dios abandona a Antonio que consta en el libro a otros muchos que llegaron después.

 No se si es por lo bello del poema o por esa especie de valentía sorda que contiene, o que anima a contener, por lo que lo me gusta tanto. Quizás, sea sólo porque anima a sentirse orgulloso a pesar de haber fracasado, aunque dudo mucho que fuera así, que hubiese lugar al fracaso en aquel amor desgarrado y fatal que enfrentaba a dos mundos pero que unía a dos personas.



Es un canto de dignidad, de valentía, de coraje ante el fracaso. No recuerdo quien, creo que era Franklin D. Roosevelt, decía que había algo peor que fracasar y era no haberlo intentado. En el poema de Kavafis sólo hay ánimo para Antonio, para que sea protagonista digno del final que viene, para que no lo deje desamparado, para que no deje lugar al reproche a Cleopatra, a la que tanto amó. Quizás, para evitar lo que Shakespeare pone en boca de la mismísima reina de Egipto, en su obra Antonio y Cleopatra:

Insolentes lictores nos tratarán como rameras. Miserables poetas cantarán, desafinando, nuestra historia. Mediocres comediantes llevarán a la escena nuestras fiestas de Alejandría. Se representará a Antonio borracho, y yo veré a algún jovenzuelo de voz chillona hacer de Cleopatra y dar a mi grandeza la postura de una puta.


El Dios abandona a Antonio, de Kavafis

Cuando a medianoche se escuche
pasar una invisible comparsa
con música maravillosa y grandes voces,
tu suerte que declina, tus obras fracasadas
los planes de tu vida que resultaron errados
no llores vanamente.
Como hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
di tu adiós a Alejandría, que se aleja.
No te engañes NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO.
No aceptes tan vanas esperanzas.
Como hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
como corresponde a quien de tal ciudad fue digno
acércate con paso firme a la ventana,
y escucha con emoción -no con lamentos
ni ruegos de débiles- como último placer,
los sones, los maravillosos instrumentos de la
comparsa misteriosa
y di tu adiós a esa Alejandría
que pierdes para siempre.



No digas que fue un sueño

No hay comentarios:

Publicar un comentario