martes, 29 de noviembre de 2011

De espaldas


El gran Maestro Don Diego Rodríguez de Silva y Velázquez pinto su gran desnudo de espalda. Se dice y se cuenta que es una forma de hacer enigmática la belleza al situarla de espalda y no reflejar nítidamente el rostro de la bella en el espejo.

Pero yo creo que no, que verdaderamente Don Diego lo que quería es mostrarnos la belleza de una espalda. En realidad casi cualquier parte del cuerpo resulta bello, si bello es pero una espalda dice y anuncia todo lo demás. Un cuello delicado, una cintura recogida, unas caderas femeninas, un pecho erguido, unos hombros suavizados, unas piernas torneadas...

Son muchos otros los artistas que nos han mostrado la espalda con toda su belleza e importancia, Rubens, Dalí, Degas, Renoir, Rodin... y son muchas las espaldas que hemos contemplado en tiempos estivales y algunas las que hemos disfrutado en la intimida de una cama.


domingo, 27 de noviembre de 2011

Decondicionamiento

Uno de las nuevos silogismos que nos llegan, y que son traducciones útiles para expresar nuevas ideas que encuentran acomodo en la posmodernidad, es el de decondicionamiento

Si todos al ir creciendo vamos aprendiendo y tomando elementos de la cultura a la que pertenecemos lo que el decondicionamiento propone es justo lo contrario, el rechazo y desaprendizaje de lo tomado y aprendido. Sólo eliminando los parámetros del contexto y realidad social en la que hemos crecido podremos ser enteramente libres, porque mientras lo seremos solo en el contexto y situación en que hemos aprendido.

Evidentemente suena a exageración y como toda posición lo es, porque en si misma está condicionando y porque no tiene capacidad para resolver todos los problemas que ella misma intenta corregir, pero no sirve como idea de cuanto de nosotros hemos ido abandonando de lo que aprendimos y tomamos como bueno y necesario y cuanto nos queda por deshacernos sino para ser más libres, si porque evolucionamos, aunque no sepamos muy bien hacia donde y porque.

Si miro al tipo que fui hace diez años o cinco años se que hay algunas cosas que he abandonado e incluso alguna podría decirse liberado. Eso en teoría, según esta doctrina debería hacerme más libre, pero en el fondo se y creo, que es peor que ser, que simplemente he cambiando unos condicionamientos por otros. Así que sólo me cabe finalizar con una conclusión evidente: no soy posmoderno.

sábado, 26 de noviembre de 2011

El cisne negro

Nassim Nicholas Taleb es un matemático, financiero de éxito en Wall Street y catedrático de Ciencias de la Incertidumbre que ha escrito un ensayo muy peculiar que arroja luz sobre el azar y lo improbable que ha sido tan alabado como discutido, y sobre todo vendido.

En dicho ensayo cuyo título es Cisne Negro, viene a decir que ante un hecho improbable, como es un cisne negro se producen tres características básicas y comunes: son impredecibles, generan un tremendo impacto, y después de que han ocurrido, tendemos a elaborar explicaciones que lo hacen parecer menos azaroso y más predecible de lo que fue.

Y es así, sobre todo en su última parte, tendemos a buscar explicaciones para que las cosas parezcan menos azarosas y más predecibles, incluso en fenómenos altamente improbables y muchos impredecibles. Tendemos a explicar el porqué de muchas de las cosas que nos suceden, como producto de una concatenación de hechos y consecuencias que arrojan otros hechos y otras consecuencias en cadena, cuando en realidad si sucede algo altamente improbable o impredecible no es más que el azar o la casualidad.

No es dificil imaginar hechos así en nuestra vida, si revisamos encontraremos acontecimientos que nos han sucedido que eran de dificil realización y sobre todo inesperada pero que luego, una vez ocurridos, explicamos y asumimos para rebajar el grado de azar al que nos vemos sometidos y esto es así porque necesitamos la certeza de las cosas para vivir con cierta seguridad. Nuestra condición humana, seguramente el cerebro y su química, unido a ciertos rasgos atávicos, hace que veamos más orden del que realmente existe, que creemos historias simples para explicar fenómenos muy complejos.

En realidad, estar en cierta manera, en manos del azar y sometidos a fenómenos improbables e impredecibles, genera una inseguridad que golpea de lleno el sentido de permanencia que tenemos a pesar de todo.


viernes, 25 de noviembre de 2011

El Dios abandona a Antonio

Recuerdo cuando lei No digas que fue un sueño de Gala, lo que más me gustó fue que me descubrió a Kavafis. Desde ese poema, El Dios abandona a Antonio que consta en el libro a otros muchos que llegaron después.

 No se si es por lo bello del poema o por esa especie de valentía sorda que contiene, o que anima a contener, por lo que lo me gusta tanto. Quizás, sea sólo porque anima a sentirse orgulloso a pesar de haber fracasado, aunque dudo mucho que fuera así, que hubiese lugar al fracaso en aquel amor desgarrado y fatal que enfrentaba a dos mundos pero que unía a dos personas.



Es un canto de dignidad, de valentía, de coraje ante el fracaso. No recuerdo quien, creo que era Franklin D. Roosevelt, decía que había algo peor que fracasar y era no haberlo intentado. En el poema de Kavafis sólo hay ánimo para Antonio, para que sea protagonista digno del final que viene, para que no lo deje desamparado, para que no deje lugar al reproche a Cleopatra, a la que tanto amó. Quizás, para evitar lo que Shakespeare pone en boca de la mismísima reina de Egipto, en su obra Antonio y Cleopatra:

Insolentes lictores nos tratarán como rameras. Miserables poetas cantarán, desafinando, nuestra historia. Mediocres comediantes llevarán a la escena nuestras fiestas de Alejandría. Se representará a Antonio borracho, y yo veré a algún jovenzuelo de voz chillona hacer de Cleopatra y dar a mi grandeza la postura de una puta.


El Dios abandona a Antonio, de Kavafis

Cuando a medianoche se escuche
pasar una invisible comparsa
con música maravillosa y grandes voces,
tu suerte que declina, tus obras fracasadas
los planes de tu vida que resultaron errados
no llores vanamente.
Como hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
di tu adiós a Alejandría, que se aleja.
No te engañes NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO.
No aceptes tan vanas esperanzas.
Como hombre preparado desde tiempo atrás,
como un valiente
como corresponde a quien de tal ciudad fue digno
acércate con paso firme a la ventana,
y escucha con emoción -no con lamentos
ni ruegos de débiles- como último placer,
los sones, los maravillosos instrumentos de la
comparsa misteriosa
y di tu adiós a esa Alejandría
que pierdes para siempre.



No digas que fue un sueño

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Popeye y los equívocos

Un coma, sólo eso, una coma fue el motivo de que el consumo de espinacas se disparase haya por la mitad del siglo pasado. Las autoridades americanas estaban interesadas en variar las costumbres alimenticias de sus ciudadanos, en especial de los críos para lo cual lanzarían unos dibujos animados donde un marinero fortachón llamado Popeye comería un alimento que le diese fuerza extra. Realizaron un estudio sobre las propiedades de los alimentos. En los resultados reales, el alimento más nutritivo y que mejor resultaba eran las lentejas pero una coma mal puesta en el porcentaje de hierro de las espinacas propició que lo que era 1,55 pasase a ser 15, 5 y se eligieron las espinacas como alimento nutritivo a plublicitar por sus valores y por su bajo precio para lo cual en la serie cada vez que Popeye se encontraba en un apuro un buen bote de espinacas le permitía tener más fuerza y vitalidad.

Sirva esta historieta de dibujos para incidir en el tema de los equívocos y lo fácil que resulta caer en ellos de la manera más despreocupada y a veces incluso bienintencionada. Se dice algo, se escribe una cosa, se gestualiza, se deja de llamar, se hace esto o aquello y el equívoco surge, toma forma, se convierte en un dragón que lo arrasa todo y uno se ve dando explicaciones, pidiendo perdón, justificando e incluso asumiendo algo que ni remotamente estaba en el origen y menos intención de nada. Y es que el equívoco como las leyendas urbanas no tiene dueño y si víctimas.

Para finalizar no puedo recomendar que no se cometan equívocos, tienen vida propia, pero si que desde el otro lado seamos indulgentes.



 

lunes, 21 de noviembre de 2011

Lo invisible

Si fueramos precisos los agujeros negros se llamarían agujeros invisibles, puesto que tienen tal fuerza de gravedad que impide que la energía o la materia escape y por lo tanto son imposibles de ver como tal y solo se pueden detectar por los efectos que producen en su rededor

Los terremotos también son invisibles y aún más dificiles, sino imposibles, de detectar. Dos placas tectónicas se mueven y deslizan chocando o montándose una sobre otras de tal manera que cuando tenemos noticia de ello es porque está pasando.

Son fenómenos invisibles, que sólo sabemos de ellos porque detectamos o sufrimos sus efectos. Así en la vida, como en la naturaleza, aunque una y otra sean ambas, a menudo suceden acontecimientos que nos resultan invisibles, de los que no tenemos conocimiento hasta que sus efectos nos asaltan de manera abrupta.

Manejarse en esa invisibilidad, detectar antes de los grandes efectos pequeñas alteraciones, observar distorsiones limitadas, cambios mínimos en las cosas habituales nos sirve para adelantarnos en la medida que podamos a esos acontecimientos que nos afectarán, e incluso sufriremos y amortiguar los efectos.


domingo, 20 de noviembre de 2011

Sueños de colores

Quique nació con una extraña enfermedad que aún hoy, los médicos no saben curar. Durante años, había pasado por clínicas afamadas y puesto en manos de los mejores neurólogos del mundo. Su caso había traspasado el conocimiento local y trascendía como un reto dentro del mundillo médico.

El día que vino al mundo todo fue normal, tras unas suaves palmadas, lloró como cualquier recién nacido y a los pocos días abría sus enormes ojos para contemplar los lugares y objetos que estaban allí para que él los descubriera.

Con el paso de los años, Quique iba conociendo el mundo que le rodeaba. Todas aquellas cosas que un día aprendimos y que parecen tan intrínsecas a nosotros mismos como el respirar, pero que no son otra cosa que pequeños datos que introducimos en nuestra vida, se depositan en una zona de nuestra mente y permanecen allí hasta el final de nuestros días como si siempre hubiesen estado. Así supimos de los números, las letras y los colores. Pero, Quique, nunca aprendió los colores.

Cuando sus padres jugaban a enseñarle el mar y lo identificaban con el azul, él no veía el color del mar. Distinguía su forma, su aspecto, pero no podía ver el azul. Tampoco, el del cielo.

Su mundo tenía millones de tonalidades de gris. Para él, todo era distinto. La primera bicicleta fue verde. La sangre que brotó de sus rodillas cuando se cayó en el parque, era roja. Aquella niña que se sentaba dos pupitres delante de él y de la que se pasó todo el curso enamorado era rubia. Su traje de primera comunión, azul. Pero, Quique no lo sabía.

Sus padres, entre desvelos y preocupaciones, fueron enseñándole los colores. Nunca pudo verlos, al menos hasta ahora, pero consiguieron que Quique entendiese que son los colores a base de sensaciones. Una suave bola de algodón era el blanco. El verde, un manojo de fresca hierba. El golpe de una ola era el azul y el rojo, el calor de una hoguera.

Cuando llegaba la hora de dormir, sus padres arropándole, después de besarle, se despedían deseándole que soñase de colores. Y allí, perdido entre sueños, Quique disfrutaba de todos los colores que con el día desparecían. Durante años, con las sensaciones que sus padres le habían transmitido soñó y soñó pintando las cosas grises que veía en la vida real y era tan grande la ilusión por imaginar el color del mundo que antes de llegar a la adolescencia descubrió colores maravillosos que nunca, nosotros, hemos visto.

De esta manera, Quique, descubrió el color del amor, de la infancia, de los besos, de la risa y de muchísimas cosas que nosotros ignoramos. Quizás, deberíamos hacer como él, ponerle color a nuestras sensaciones.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El fracaso es una opción


El fracaso es una opción. Es decir que hay veces que afrontas alguna situación, alguna iniciativa, algún proyecto o una relación que sabes abocada al fracaso y aún asi, lo intentas. Quizás por un optimismo antropológico, quízas sabemos de la indeterminación del final y que puede ser mañana y que mejor vivir lo que se pueda y en el momento que guardar para dentro de mucho. Sea por lo que sea, quizás incluso por que no pensemos, el asunto es que el fracaso también es una opción válida. No tenemos porque estar sometidos a la tiranía del éxito porque a veces aunque el fracaso sea un certeza, el tránsito hacia él, es de lo más delicioso.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Lili y Marleen


Había una vez una joven enfermera de nombre Marleen y otra chica, que trabajaba en una verdulería, llamada Betty a la que la conocía por Lili. Hans Leip, poeta y soldado en la Primera Guerra Mundial, incapaz de decirdirse entre las dos compuso un poema llamado Lili Marleen donde las dos mujeres tomaban sentido en una sola de la que se despedía antes de ir al frente.

Ya en 1937 un compositor alemán Norbert Schultze tomó el poema para convertirlo en canción y ofrecérselo a Lale Andersen, una de las principales cantantes alemanas de aquella época de entreguerras donde el cabaret era la moda y las canciones melancólicas no tenían sitio.

Empezada la guerra, un panzergrenadier que tenía el discono paraba de orirla y gustó tanto a sus camaradas que fue adoptada como canción de la compañía, que enseguida fue enviada a formar parte del Africa Korps. Un teniente no siguió el destino de su compañía hacia las dunas de El Alamein sino que fue enviado a Belgrado, recién conquistado para hacerse cargo de la radio ocupada. Desde allí empezó a radiar Lili Marleen para sus compañeros y el mismísimo Zorro del Desierto, Mariscal Edwin Rommel pidió qu se incluyera en las canciones que se radiaban. Cada día justo antes de las diez y como canción de despedida sonaba Lili Marleen

A partir de ahí, Goebbles quiere prohibirla porque ablanda el corazón de los soldados, la Gestapo llega a detener a Lale Andersen, la canción salta a los aliados que la empiezan a tararear, la traducen y es cantada por Vera Lynn, suena desde la emisora de El Cairo y el exito ya no la abandona hasta hoy.

Todos la recordamos en la boca de Marie Magdalene von Losch Dietrich, Marlene Dietrich, que con sus ojos lánguidos y misteriosos y su voz ronca le dio una caracter aún más triste y evocador a la canción. Nadie pareció reparar al oir la canción que la historia habla de un soldado, un hombre que se despide y que sin embargo alcanzo la gloria cantada por mujeres. Cuenta que interrogada por la clave del éxito Lale Andersen respondió: ¿Acaso puede el viento explicar cómo se convirtió en tempestad?

Más allá de la belleza de la canción supongo que los soldados embarcados en años de lucha al oirla, aún siendo triste, se sentían reconfortados más cercanos a las mujeres que amaban. Creo que al oir la canción lo bueno y sentimental que había en ellos afloraba y les daba fuerzas para sobrevivir, les recordaba una razón para volver a casa.

Claro que nada de esto habría pasado si Hans Leip no se hubiese enamorado de Lili y de Marleen



Lili Marleen
Underneath the lantern,
By the barrack gate
Darling I remember
The way you used to wait
T’was there that you whispered tenderly,
That you loved me,
You’d always be,
My Lilli of the Lamplight,
My own Lilli Marlene

Time would come for roll call,
Time for us to part,
Darling I’d caress you
And press you to my heart,
And there ’neath that far-off lantern light,
I’d hold you tight ,
We’d kiss good night,
My Lilli of the Lamplight,
My own Lilli Marlene

Orders came for sailing,
Somewhere over there
All confined to barracks
was more than I could bear
I knew you were waiting in the street
I heard your feet,
But could not meet,
My Lilly of the Lamplight,
my own Lilly Marlene

Resting in our billets,
Just behind the lines
Even tho’ we’re parted,
Your lips are close to mine
You wait where that lantern softly gleams,
Your sweet face seems
To haunt my dreams
My Lilly of the Lamplight,
My own Lilly Marlene"


En el barracón del cuartel,
junto a la entrada, ahí una farola encontré.
Y si aún permanece en pie
entonces nos volveremos a ver
bajo esa vieja farola, estaremos
como estuvimos una vez, Lili Marleen.

Nuestras sombras encontrándose,
fundiéndose en una sóla.
Nuestro amor no fue efímero,
fue puro para los que nos miraron,
y toda la gente contemplará
el momento en que estaremos bajo esa vieja farola,
como estuvimos una vez, Lili Marleen.

Entonces el guardia a mí me dirá:
"Nos llaman al frente, vámonos.
Esto podría costarte tres días de arresto."
"Estaré en un momento"
Y así fue como nos dijimos "hasta siempre",
aunque hubiera preferido quedarme contigo,
contigo Lili Marleen.

Bien conoce ella mis pisadas,
mi decidido caminar.
Cada tarde esperando...
¿por mi? Un recuerdo reciente.
Si algo me llegara a suceder,
¿quién bajo la farola estará,
contigo Lili Marleen?

De mi plácida existencia,
y de este descolorido día a día,
como un sueño me liberaste,
con tus labios tan vivos.
Cuando la nieblas nieblas de la noche se arremolinan y agitan,
a esa farola regreso,
como hice una vez, Lili Marleen.

martes, 15 de noviembre de 2011

Principio de la Superposición

Principio de superposición
A veces la ciencia, la física y las matemáticas, más concretamente, parecen cuestiones filosóficas e imaginativas más que de número y fórmulas. Así, algunos principios establecen posturas que descarnadas de su formulación puramente algebraica y tomada desde el punto de vista de las humanidades, encierran una gran sabiduría

El principio de superposición es un resultado matemático que permite descomponer un problema lineal en dos o más subproblemas más sencillos, de tal manera que el problema original se obtiene como "superposición" o "suma" de estos subproblemas más sencillos. (Wikipedia dixit)

¿Cuantas veces nos abrumamos ante un problema enorme que descompuesto, tomado por sus partes, resulta mucho más asequible y fácil de solucionar que si lo afrontamos de golpe y en toda su extensión. Una parte del problema aislada, si se puede diseccionar resulta más fácil de solventar y sumando las partes solventadas, el problema tendrá no sólo solución sino que esta puede ser menos costosa.


domingo, 13 de noviembre de 2011

Hace 30 años del futuro: Blade Runner

Era la primera vez que veíamos el futuro del mundo. Hace casi 30 años, por primera vez, vimos el futuro del mundo que conocíamos. No de galaxias muy lejanas, ni de mundos perdidos, veíamos Los Angeles en el 2019. Un ciudad oscura, de cielos negros, de lluvia acida y en el que la luz sólo proviene de los neones y los fuegos que culminan altas torres. Por primera vez, en unos años 80 recién estrenados, vimos el futuro. Es la era poscapitalismo, postindustrial y hasta postmoderna. El mundo sin política, sin el Muro, mandado por Grandes Corporaciones. Ya nos avanzaban quien ganaría en aquel tablero frío sólo unos años después.



Deckard, el Blade Runner, el navajero debe eliminar a cuatro replicantes, los mejores, los Nexus-6. En el mundo del futuro había, entiendan la falta de sincronía y la contradicción, seres artificiales perfectamente humanos a los que se dota de identidad y recuerdos para que sean más humanos. Y lo son. Aman la vida, aman a los suyos. Aman hasta el dolor. El colosal replicante Roy atraviesa su mano con un clavo para sentir. Dolor. Podría ser amor, quisiera que fuera amor, aunque es odio cuando no consigue lo que quiere. Odio al creador en su faraónica pirámide, Tyrrell, al paradojicamente mata por no darle la vida eterna, siquiera más larga. Odio al imperfecto Sebastian, bueno, triste y solitario, el joven envejecido que comparte su vida con juguetes más artificiales que los pellejudos, como llaman a los replicantes en argot. Odio al ingeniero genético que creó sus ojos y al que antes de matar le dice Si supieras las cosas que he visto con tus ojos. Más tarde, cuando la vida se le escapa en forma de paloma, en una metáfora del espíritu, también le dice a Deckard que ha visto cosas que nosotros jamás imaginaríamos, brillar rayos gamma en la puerta de Tanhauser, atacar naves en llamas más allá de Orión.



Así empieza la película, un ojo en el que se reflejan llamas, la prueba de dilatación de pupilas para detectar replicantes, el test Voigt-Kampff. Rachel, con su foto de niña, lo es. El Blade Runner, el navajero, conoce sus sueños, sus recuerdos, sus reacciones al rememorarlos. Especial, única .. o quizás no tanto...porque quizás Deckard lo sea y muy probablemente Gaff. ¿Quien es humano entonces? ¿Tyrrell, el hacedor, el demiurgo? ¿Sebastian, el envejecido prematuramente, la burla de la vida? Los llameantes ángeles cayeron, ardiendo con los fuegos de Orc dice Roy, esos versos de William Blake en América, una profecía. Orc, el Terror, la serpiente enredada y el poema que dice también Todo lo que vive es sagrado, la vida se deleita en la vida. No son humanos, son replicantes ¿pero quien no quiere vivir al menos hasta mañana?



Y Deckard sabe el final de León y de Zhora y de la bella Pris, creada para satisfacer a los hombres allá en las Colonias. Y de Roy, el mejor de todos ellos. Pero también el de Rachel, el especimen replicante único: deben morir, deben ser retirados. ¿Es posible el amor entre el hombre y la máquina? Deckard ama a Rachel y bajo la música de Vangelis, en un saxo sostenido, la besa. ¿Es posible besar y sentir el amor con un ser artificial? Y cuando se van, cuando Deckard lo deja todo por ella y se quiere encaminar a los verdes montes, que no son más que un deshecho de imágenes que sobraron en El Resplandor de Kubrick, descubre un unicornio hecho con papel que ha dejado Gaff. En su sueños, en su sueño recurrente un unicornio corre por los mismos montes frondosos a los que se dirige y Gaff en uno de sus ejercicios de papiroflexia ha hecho un unicornio. Conoce sus sueños, conoce sus recuerdos. Deckard es un replicante.



Pero como dijo Gaff, el oscuro policía malhablador de mil lenguas que vertebra la película: Lástima que ella no pueda vivir. ¿Pero quien vive?. Es el sentido trascendente de la vida para que al final, en el momento anterior sólo tengamos una certeza: hemos de morir. Todos estos recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Los taxis del Marne

Se celebraba ayer el aniversario del arminsticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, asíque hoy toca contar una historia sobre la Gran Guerra

 
Al principio, el avance alemán parecía incontenible, pese a duras batallas en Bélgica, nada parecía detener al ejército del Kaiser y menos aún un sobrevalorado y antiguo ejército francés que tenía a las fuerzas alemanas a 20 kilómetros de París.

Pero es París, y como París es puro charme y clase, sucedieron dos hechos que pese a su importancia militar, pasan a la historia además por un muestra más de la elegancia parisina: la Torre Eiffel y los taxis de París.

Años antes, durante la primera década del siglo XX, los parisinos se mostraban descontentos con la Torre Eiffel y la consideraban poco menos que un armatoste y fue precisamente la Primera Guerra Mundial, la que  las salvó
de ser desmantelada. Su altura era ideal para servir como antena que captase las ondas alemanas. Ya entrados en guerra, desde la base de la Torre, donde había una estación de radiotelegrafía sin hilos, los franceses podían escuchar las comunicaciones alemanas, que por lo general estaban cifradas.

La situación era tan desesperada en el ejército francés que sólo les separaba del desastre total, el tiempo. No sabían como contener las fuerzas alemanas y se pensaba en la evacuación de París y en la total derrota. Pero, entonces sucede algo inesperado, los alemanes, seguros de si mismos y de la victoria e ignorando la potencia de la antena de la Torre Eiffel, dejan de transmitir de manera encriptada para hacerlo en abierto. Los radiotelegrafistas franceses de la Torre lo captan. No pueden creer lo que escuchan y traducen, todo va bien en el frente alemán pero tanto hombres como animales está agotados y hambrientos después de un avance demasiado rápido y ambicioso. Necesitan parar, descansar y comer.

Los franceses no dan crédito a esta información, tienen la posibilidad de asestar un golpe decisivo a las fuerzas alemanas y ponen en ello todo su empeño. Se moviliza a 6000 hombres de la guarnición y reserva de París para ir al frente, a Marne, pero las lineas ferroviarias están destrozadas y sólo disponen de un centener de camiones y se necesita la máxima celeridad en presentar batalla antes de que los alemanes se rearmen y descansen. Y he aquí que el General Gallieni decide requisar todos los taxis de París para ir al frente. Unos 1200 taxis se requisaron en la noche y llevaron a las tropas de reserva francesas hasta Marne donde en una batalla decisiva se ataca a las cansadas fuezas alemanas y se logra deterner el avance germano, salvando París, Francia y una guerra perdida.


jueves, 10 de noviembre de 2011

John Ford



Leyendo el libro, La Perla de Steinbeck, recordaba otra obra del mismo autor, Las uvas de la ira y eso me llevaba a Ford. Al final, hablando de historias, siempre acabo en John Ford. 

Ese realismo épico, esa forma sentimental de contar incluso lo más duro, ese lirismo para explicar la realidad es algo que me engancha y me atrapa como ningún otro director. Personajes duros que se manejan en códigos de honor y deber pero que no están exentos de ternura como ese Capitán Nathan Brittless que daba novedades en la tumba de su mujer sentado en una banqueta mientras el sol decae, como el sol sólo decae en las películoas de John Ford, rojo, mágico y contracortado. Esa mirada entre John Wayne y Maureen O'hara en la iglesia derruida en las colinas de Irlanda que refleja en un contraplano todo el amor que pueden sentir dos personas. Y el toque de humor socarrón de esos secundarios impagables como Victor McLaglen, brutos, nobles, testarudos y leales. 

Es pura lírica en imágenes, pero sin la pretensión de serlo. Crear leyendas para explicar la realidad. Personajes que encarnan los valores de la sociedad. Ese abogado tenaz y valiente enfrentándose a Liberty Valance y ese Tom Doniphon, sosteniendo en segundo plano, todos los valores que James Stewart hace patentes. Es una manera de contarnos que el mundo se ha hecho a base de hombres valientes y de hombres justos. O la abnegación de ese sargento negro, orgulloso, digno, fuerte contra la injusticia que hace que todos queramos ser el joven teniente enamoradizo que cree en la causa que defiende con total y absoluta  determinación, la que proporciona el bien.

John Ford es uno de los nombres esenciales del cine. Nada habría sido el cine como sino es por su inmneso talento y por su forma de contarnos el mundo. Hay algo único en el cine de Ford, hace que la vida parezca aún mejor.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El hombre manifestado

Podemos comprender al hombre a través de sus manifestaciones. Dada la dificultad que encontramos en entender todo aquello que está en el interior de un hombre, a menudo debemos observar aquello que nace del interior pero de lo que  tenemos conocimiento, cuando ya es externo.

A lo largo de la historia las manifestaciones del hombre han sido numerosas y de todo tipo, desde aunar inteligencia y valor para viajar a mundos externos hasta asesinar sistemáticamente a millones de personas. Ésas y otras son manifestaciones del hombre.

Una de las más importantes y constantes es el arte que va variando como consecuencia de los tiempos y enlaza épocas unas con otras pero todos esos cambios externos que se manifiestan en el arte son cambios que antes se produjeron en el interior de la personas y que luego brotan y toman cuerpo.

El Románico era simbolismo y recogimiento, plasmación de un tiempo en el milenio donde la oscuridad era el marco de una espiritualidad que empezaba a ser universal por ser peregrina. No es difícil extrapolar estas características a caracteres que conocemos, a personas que reflejan este modo sereno y pensativo de ser. Como no lo es imaginar a gente llena de confianza, radiante, llena de luz y altura de miras, que refleja alegría e isluión, que viene de vencer a tiempos oscuros y que en ellos encontremos las características del gótico. O del barroco en una insostenible concatenación de formas artificiales y recargadas que hablan de una superficialidad enmascarada en un pretendido efecto moralizante vacío y efectista. Y podríamos reflejarnos en cada estilo y situarnos en ellos, incluso reconocernos por épocas en unos y otros y sostener la mezcla de estilos, que no son sino la mezcla de lo que sale de nuestro interior y se manifiesta hacia fuera. ¿Acaso una joya románica como la Catedral de Compostela no se presenta con un Pórtico del gótico inicial en una transición continuada y vital?

Reflejos del hombre en el arte y podríamos buscarlos en la guerra, en la ciencia, en la costumbre y hasta en el baile. Somos lo que somos pero más allá de la intuición, somos los que mostramos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Ya nada ahora


Hace unos días le recomendaba a un compañero que leyese a Angel González, uno de nuestros mejores poetas.

De él, que fue un excepcional poeta y un grandísimo hombre, en el sentido más vital de la palabra, recuerdo un verso que siempre me llamó la atención. Es un verso dentro de un precioso poema y que recuerda otro verso de otro de esos tipos excepcionales que ha parido esta piel de toro que siempre tan injusta ha sido con sus hijos de más talento. Quevedo escribió aquello de polvo soy, más polvo enamorado que reflejaba las dos condiciones más seguras que tiene el ser humano: la muerte y el amor. Ambas con la misma certeza de producirse, la muerte como algo ineludible y el amor como algo que es o que desea ser, que deseando ser es tanto como ser cuando hablamos del amor

Angel González lo dijo mucho más bonito, con una profundidad y una belleza que eleva el alma y zarandea vigorosamente el corazón. El amor y la muerte en un solo verso: este amor, ya sin mí, te amará siempre. No hay mayor consagración, ni mayor voto que aquel que sobrevive a una de las dos certezas del hombre, la muerte y el amor porque como nos dice Angel González, más alla del polvo enamorado de Quevedo, es que aún más allá de la vida, en la muerte, el amor sigue latiendo y existiendo, no en quien sobrevive, sino en el que nos deja porque ese amor es él y él era ese amor.


Ya nada ahora


Largo es el arte; la vida en cambio corta
como un cuchillo

Pero nada ya ahora

-ni siquiera la muerte, por su parte
inmensa-

podrá evitarlo:
exento, libre,

como la niebla que al romper el día
los hondos valles del invierno exhalan,

creciente en un espacio sin fronteras,

este amor, ya sin mí, te amará siempre



viernes, 4 de noviembre de 2011

La conciencia de ser


Hace poco o nada escuchaba una idea atribuida a Stanislaw Lem, el escrito polaco de ciencia-ficción y que se pasó la vida perseguido por uno y por otros, que decía que no había tomado conciencia de ser judío hasta que llegaron los nazis. Es una idea que resulta totalmente desquiciante por lo que de injusticia arrastra de por sí. Uno puede alinearse en cualquier movimiento, ideología, manifestación o tendencia, implicarse en cualquier proyecto social, político, cultural pero hay veces que somos, y puede resultar un absurdo, algo que ni pretendemos, ni queremos o no usamos como tal. No tenemos conciencia de ser.

En el caso que nos cuenta Lem fueron otros, los nazis, los que elevaron su condición de judío a algo importante. Lem no ejercía, no estaba implicado en su religión, apenas la practicaba y si bien la cultura en la que se manejaba era judía, era un apasionado de la ciencia y la psicología, al que la religión no le llamaba y al que ser judío no significaba más que ser moreno en un país de morenos.

En otro orden, uno a veces no se da cuenta de lo que es y lo que implica ser algo, incluso como el caso de Lem sin mayor estima por serlo, y sin embargo no es hasta que se encuentra a alguien enfrente que le señala cuando se vuelve consciente de que esa particularidad es un problema.

Es curioso como el tema de las etiquetas, los rótulos condicionan las cosas incluso por encima de las ideas, o más kafkiano aún, de los hechos y como el mero dato de ser algo lleva aparejado una respuesta, generalmente negativa, aunque en algunos casos como el de la discriminación positiva justo al contrario.

¿Nacerá todo de la necesidad de identificarnos?


jueves, 3 de noviembre de 2011

Quizás

"...puede matar" fue la primera noticia que tuvo del día. Sobre la mesilla, una botella de whisky, un cubo de hielo con agua, un par de vasos anchos de buen cristal y una cajetilla de Camel de pie. Sus enrojecidos ojos, aún medio cerrados se perdieron a lo largo de la calle St Honoré entre los carruajes, el pavimento mojado y la arquitectura parisina. Había comprado aquella lámina la primera vez que visitó el Thyssen. Mirando el cuadro se recordó asímismo en aquella plaza, junto a la fuente que aún existía, un siglo después de que Pissaro, desde una ventana del Hotel Louvre, detuviera la inmediatez de las cosas, el cambio fugaz, el instante tras la lluvia. El mismo instante fugaz en el que se despidió de María. 

Hay historias de amor, que no tienen historia, que ni siquiera tienen amor. O quizás, si tuviese historia, incluso amor y aquella no fuese una historia de amor. Aunque no importe. Dos personas de paso, dos vidas opuestas. Ella, camino de su boda en Londres. El, huyendo de una ruptura, intentado olvidar explicaciones, familia, amigos, responsabilidades. Puede que fuese el destino o el azar, tal vez los pequeños y revoltosos dioses del amor o tan sólo París, el bello París, juntado dos soledades. Tres maravillosos días y una dulce despedida, allí en donde Pissaro, disfrutó de la vibración de la luz y ellos de una historia de amor, sin historia, sin amor o quizás si tuvo historia, si tuvo amor y sencillamente no fue una historia de amor, aunque no importe.

El parpadeo, le devolvió a la mañana de ese sábado y a encontrarse con un bolso sobre el aparador. Con estudiada parsimonia movió el cuerpo debajo de las sábanas para despejar el sueño de la realidad y sentir que ella estaba allí. El roce de una piel caliente y suave, le reconfortó. Se dio la vuelta y la encontró tan hermosa como creía recordarla en la noche anterior. Su melena, en ángulos y formas casuales, ocultaba graciosamente parte de su cara. Tenía la belleza serena que dan los años, cuando la juventud se ha tornado en vida y el rostro deja de ser promesa para reflejar algo de lo que fuimos, somos y seremos. Miró su desnudez, los pechos latiendo al respirar, el vientre que había dejado ser joven y los muslos recortados en las sábanas que tapaban su cintura. 

Se incorporó, busco sus gafas en la mesilla, recostándose sobre la almohada doblada y susurró su nombre, Julia. Recordaba a otra Julia. Hacía mucho de aquello y quizás sólo recordaba su nombre y no a ella. Un leve intento de encontrar en la memoria, rostros, nombres, lugares y momentos fue suficiente para que notase el peso del whisky, el tabaco y los excesos de amor. Volvió a contemplarla tentado de besar su hombro. Busco la cajetilla de tabaco, encendió un cigarro y con una pequeña calada, se sintió despierto. 

El olor del café recién hecho coincidió con los primeros movimientos del despertar hasta que un buenos días vergonzoso llegó a sus oídos, mientras ella cubría su medio desnudo cuerpo disimuladamente. El se acercó y con una agradable sonrisa envuelta en un tímido beso, la contestó. 

Cuando cerró la puerta, tras su marcha y reteniendo el último beso como una esperanza, fijó de nuevo los ojos en la calle St. Honoré. Se sentía contento. Sabía que la noche es mágica, que teje su oscuridad para ocultarnos y que sólo brillen nuestras mejores vestimentas. La mañana no tiene escondite, es natural y auténtica. Julia había sido cautivadora en la noche y era deliciosa en la mañana. 

Quizás pudiese ser una historia de amor, con historia y con amor. Quizás.


Radical


Una de las perversiones, de las muchas que asolan este nuestro mundo occidental, es la del lenguaje y los conceptos. Sin mucho miramiento y sin mayor profundidad y con ausencia total de pensamiento usamos, a fuerza de repetir, palabras que en absoluto muestran la idea que verdaderamente encierran. Cierto que las lenguas son organismos vivos y que deben ser flexibles y reactivas a los cambios porque su objetivo principal es ser un vehículo, el mejor, de comunicación pero no por ello hay que eliminar peso de las palabras, falsear significados, desangrarlas de ideas.

El otro día escuchaba en la radio a un comentarista que llamaba a otro radical, lo cual, hoy en día, casi es una palabra estrella, que se usa para determinar posiciones extremas. Muy al contrario, yo pensaba que el tipo al que le habían llamado radical en absoluto lo era, no porque no mantuviese posiciones extremas sino porque realmente su pensamiento era tremendamente superficial, insustancial y liviano por más que la idea en si fuera alejada de un hipotético centro.

Radical proviene de raíz y ese es el sentido filosófico e ideario que encierra, más allá de la acepción que pueda tener. Radical no es ser extremo sino profundo. Se puede defender cualquier idea, de cualquier posición, siendo radical es decir hundiendo en el pensamiento, en el concepto, en el punto, las pequeñas ramificaciones de las que surge todo e ir ascediendo por esas raices hasta llegar a la idea que es la planta, cuando no la rama o la flor. Es mejor que la gente sea radical, que hunda su reflexión en sus raíces, en el conocimiento, en el pensamiento a que sea superficial, liviana, insustancial y lo es piense lo que piense. Si alguien se maneja en posiciones extremas, fronterizas, totalitarias debe ser definido como tal, pero no como radical. Radical, por ejemplo, es Luther King que hunde su movimiento en las raices del hombre, del humanismo, de la dignidad y la libertad. Sin embargo, no podría afirmar que cualquier niñato de Herri Batasuna es radical puesto que seguramente su posición se basa en la ignorancia, la necedad y la falta total de pensamiento y conocimiento. Así pues, ser radical no es manejar unas ideas que son extrema, ya sean buenas o malas . sino que debería ser un pensamiento profundo.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Paciencia y a barajar

Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta.



Sirvan estos versos de la Santa de Avila, Teresa, para hablar de una de las virtudes que me encantaría tener y que ni de lejos me alcanza: la paciencia. En realidad, es una capacidad o una facultad pero la elevo a categoría de virtud porque lo es y porque adolezco terriblemente de ella.

Cuando quiero algo, lo quiero para ya, y no concibo una espera por ello y si tengo que sufrirla, es eso sufrirla, padecerla. Y eso cuando hablamos de lo bueno, que cuando hablamos de lo malo que es cuando la paciencia se convierte en virtud fundamental para sufrir y ganar en fortaleza que te ayude a conllevar el sufrimiento, no tengo ni un ápice. Cuanta más paciencia, más fuerte eres, luego soy terriblemente debil al ser impaciente.

Esa capacidad de soportar, de resistir, de templar los nervios, de no dar pábulo a la incertidumbre es una ayuda para la vida. Quizá no para los tiempos que corren donde todo es rápido y por ahí se explique quizas porque todo es tan inmediato. Para las cosas verdaderamente importantes, no, para eso el tiempo y la constancia son aliados necesarios y saber manejar y manejarse en ese ámbito es muy útil.

Lástima ser así, también ser bajito, pero esto último no lo noto tanto como aquello primero. Debería ser más paciente, más pausado, quizás debería tener una percepción del tiempo y de la vida algo distinta para poder ser paciente.

Mientras, recordando prefiriendo a Don Miguel, diré aquello del Quijote: Paciencia y a barajar


martes, 1 de noviembre de 2011

Nunca se sabe

Anoche, como otras veces, vino Frankie a verme. Con el sombrero ladeado, la corbata floja y la gabardina a la espalda cogida con dos dedos se quejaba amargamente de que hubiese dejado de fumar. No acaba de entenderlo muy bien. Me temo que desconfía de la gente que renuncia a los vicios, por virtud entiende las que tiene uno de por si, como su increible voz y no aquellas que provienen de la voluntad y del esfuerzo.

Se sirvió un whisky, un malta de doce años, con un cubo de hielo, no quiere enfriar demasiado los tragos de fuego, ni matar el sabor a madera y puso música. Le tiene impresionado el CD, todo lo que le cuento de tecnología le parece algo increible y hasta creo que tiene la tentación de llevarse algún cacharro, no porque donde él está le sirva sino porque le gustan esos juguetes. Un día de estos tengo previsto enseñarle lo que es un mp4 y que vea que su música, como él, ya no está en ningún lado y está en todos

Sonrie y me pregunta sobre las mujeres y cuando le digo que me voy apañando pero que no tengo su encanto, su sonrisa crece entre pilla y orgullosa pero amistosa y me dice que todo es cuestión de actitud y de ser encantador. Entonces es cuando yo le hablo del amor y él me dice que es como la felicidad, que va por ratos. Me sirvo un whisky, el mío con mucho más hielo, y le llevo la contraria, el amor, querido Frankie, no va por ratos, sino por vidas, aunque dure un día. Sigue riendo, esta vez en alto y piensa que ese sería un buen argumento para una canción. Me cuenta que Sammy Davis se enamoró de una camarera del Flamingo que le traía por el camino de la amargura porque le quería a ratos. Claro que peor era Dean Martin que traía a todas por el mismo camino y a veces a todas en el mismo camino al mismo tiempo. Entonces yo le pregunto por Ava y él cambia de conversación. Mira el traje nuevo y me pregunta en que sastrería lo han confeccionado. Le vuelvo a explicar que esa práctica está en desuso, que las cosas ya no se hacen así y, al contrario que con los aparatos electrónicos, Frankie tuerce el gesto y dice que algo así no puede ser elegante. Me fijo y tiene una mirada en la que se lo explica todo al ver la camiseta descolorida que llevo puesta, y piensa que si estoy asi en casa es normal que lleve esos trajes sin clase. Al menos, mi corbatas le gustan y más al saber que son italianas.

Apura el trago y dice que se va, que tiene una fiesta en lo de Peter Lawford, ya sabes, me dice, buen whisky, buenos cigarros, mejores chicas y un gran piano. Me despido dándole la mano y le pido que no se demore tanto en venir a verme. Calándose el sombrero y levantando ladeada la cabeza, se sonríe y dice que nunca se sabe cuando ocurrirán las cosas. Nunca se sabe