domingo, 12 de febrero de 2012

Los tejados del pensamiento

Desde niños cuando nuestros padres empezaron a enseñarnos a hacer las cosas nos dijeron aquello de que la casa no se empieza por el tejado, sino que debe aposentarse en buenos cimientos. Esta es una idea que todos creemos buena y que convenimos en que debe ser aplicada y de hecho, a sensu contrario, cuando alguien no sigue esta pauta y es evidente, usamos esta frase y razonablemente, apunto.


 Sucede sin embargo, esa es la impresión que tengo, que últimamente veo en demasiadas ocasiones como sucede al revés, empezar la casa por el tejado. Creo que se establece una conclusión, la que sea, por interés, desinterés o porque si y luego se rellena de razón. Primero se llega al final, a tomar una postura y luego adecuamos los razonamientos que encajan con ese final.

Es de suponer que deberíamos sobre base a nuestros principios, valores e ideales razonar y pensar para ir puliendo nuestra postura, atacarla con otros argumentos incluso para establecer la fortaleza y veracidad de la misma y por fin sacar una conclusión. A veces este proceso es más corto y evidente y otras largo y tortuoso pero en ambos casos se produce el mismo esquema lineal de pensamiento. Al contrario de todo esto, la sensación y a veces la certeza, que tengo en muchas de las discusiones que nos ocupan es que tendemos a fijar nuestra posición y luego rellenarla de razones y hay algo en el argumentario que chirría y acaba notándose.

En principio, podría decirse que en realidad no es malo que suceda eso, al fin y al cabo se adopta una posición porque se cree en ella, sea por bonhomía, sea por interés, pero se cree en ella. Y visto desde un punto de vista finalista, como es el proceso de pensamiento del que hablo, en sí, o incluso desde un punto de vista teleológico, dada su utilidad, es perfectamente aceptable pero esencialmente estamos vulnerando el pensamiento en sí, puesto que si no ponemos en duda las premisas, las concatenaciones, si no sometemos a controversia cada pequeño resultado que nos lleve a otro, sino atacamos cada unión y salto en el proceso, estaremos simplificando nuestra posición y nuestro pensamiento, estaremos debilitando nuestra conclusión ya que tiene una columna vertical frágil. Además de una consecuencia perversa e inadvertida, cada vez que iniciamos el proceso que desemboca en una idea estamos revisando todos nuestros principios, valores e ideales en el mismo proceso mientras que si optamos por determinar la conclusión y rellenarlo de razones nunca airearemos y pondremos a prueba aquello que pensamos y sin darnos cuenta casi lo convertiremos en dogmas, casi más en fe que en razón.



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