lunes, 13 de febrero de 2012

Cuestión de convencimiento


Una de las ventajas de Hernán Cortés y sus hombres, más allá de los caballos, es que los aztecas tenían como objetivo capturar a los españoles porque llamaban su curiosidad, mientras que los conquistadores tenían como objetivo matar al enemigo. 

Esa diferencia es esencial y recuerda aquella frase de Georges Simenon: Yo tengo una inmensa ventaja sobre usted, haga lo que haga, yo he matado. No podemos obviar este tipo de determinación y de convencimiento como fuerza poderosa para acometer cualquier empresa. No hablo lógicamente de matar a nadie, sino que incluso en lo peor que se le puede hacer a un hombre, quitar la vida, la convicción y el convencimiento conllevan una fuerza extraordinaria, un aporte de razón, aunque sea mala, que no sólo justifica sino que santifica el hecho, por malo que sea. 

Shakespeare en Julio Cesar ponía en boca de Bruto: Maté a César no porque le quisiera menos, sino porque amaba más a Roma. Ese convencimiento, esa convicción, incluso ese fanatismo, lleva al hombre a un paso más allá, aunque sea lo peor. 

Así que el convencimiento es una arma poderosa y fuerte porque condiciona la voluntad y elimina límites que nos imponemos. De tal manera que convencidos de algo, lo ejecutamos con decisión. Da igual si es bueno o malo y si esas razones son buenas o malas, si estamos convencidos, a nuestros ojos lo que hacemos está justificado, es necesario y beneficioso. Cuestión de convencimiento. Y sirve para aquellos que defienden una buena causa y matan y mueren por ella, imaginemos a esos soldados ingleses en la Segunda Guerra Mundial y sirve para una mala causa, las matanzas en Bosnia. El convencimiento es el mismo. Terrible lo equivocados que podemos estar en nuestra convicción. 


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