domingo, 5 de febrero de 2012

Faltó la fortuna.

Falto la fortuna, no el valor. 1 de julio de 1.942. A Alejandría 111 kilómetros.

Esta inscripción reza en una gran piedra a la salida de El Alamein. Hoy en día no es más que un poblacho polvoriento en Egipto, en 1942 uno de los lugares donde el futuro, hoy historia, tomó cuerpo cuando el Afrika Korps fue frenado por las fuerzas del 8º Ejército Británico. 

A Alejandría 111 kilómetros. Sólo un centenar de kilómetros después de 2.400, de 800 kilómetros en un suspiro. Sólo 111 a la ciudad que más de dos mil años antes fundó el gran Alejandro y que hubiese proporcionado el puerto necesario para cambiar el rumbo de la guerra y del mundo, antes ni siquiera que los grandes generales soñaran con París. Faltó la fortuna, no el valor.

Es una buena frase. Y una buena idea. Es hasta una buena forma de concebir la vida. Que fallen la fortuna, el destino o simplemente las fuerzas, como de verdad le ocurrió al Afrika Korps, pero no el valor. 

Hay que atreverse, intentar llegar lejos, más allá. Mostrar valor, cierto arrojo. En esos momentos de duda, de miedo al fracaso, de conservar sin riesgo de desastre futuro, convendría hacer arresto de valor y lanzarnos a la aventura. Dicen que los valientes pueblan los cementerios y ciertamente tendrán razón. Pero puestos a desear, no a elegir, a mi me gustaría estar entre los que se muestran valientes ante la vida y poder decir cuando irremediablemente cayera en el intento que faltó la fortuna, no el valor. Por desgracia, como a tantos, me falla el valor. 



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