martes, 7 de febrero de 2012

Insignifcantes

La inmensidad de todo lo que nos rodea podría ser aterradora sino tuviésemos sentido de la insignificancia. Si todo lo que tenemos al alcance de nuestros sentidos y nuestro pensamiento tuviese una mínima, la parte más mínima posible, de importancia no podríamos siquiera movernos porque todo merecería nuestra atención. Para poder ser, entonces, establecemos criterios de importancia para las cosas, diversos niveles, distintos períodos de importancia, criterios puntuales...

Así podemos determinar que el simple cambio de rojo a verde en un determinado instante es importante o que la educación de un hijo a lo largo de 20 años es importante. Depende de la circunstancia y del fin, hay cosas que son importantes.

 Si bien la importancia es el lado positivo de las cosas, el lado negativo es la insignificancia. Aquello que nos rodea que no significa nada, que es algo absolutamente despreciable en términos de valor. Son cosas que no suponen una mínima alteración en nosotros, ni siquiera como pensamiento. Simplemente no las tenemos en cuenta y si las tenemos por alguna razón, no siempre se presenta ante nosotros lo que queremos, nuestra decisión acerca de su insignificancia es muy rápida, puesto que su capacidad para influir en nosotros es aún menor que la mínima importancia de la que hablábamos antes de manera abstracta. Si la importancia exige un esfuerzo, la insignificancia no supone nada.

Acostumbrados como estamos a determinar entre importante o insignificante y a hacerlo de manera casi irreflexiva, me pregunto si no haremos lo mismo con la gente. Si así fuese, que no lo se, sería terrible. Quizás tenga que mirarlo un poco detenidamente. Darle importancia a la posible insignificancia.





No hay comentarios:

Publicar un comentario