domingo, 23 de octubre de 2011

Una noche de paz

El otoño de 1914 fue muy duro en los campos de Ypres. Más de doscientos mil jóvenes habían muerto en el mes que duró esa batalla. Tras aquello llegó la llamada Guerra de Trincheras que se estancó durante cuatro años en la que se había conocido en su inicio como la guerra para terminar todas con todas las guerras. No durará mucho, en Navidad estaréis en casa dijeron a toda una generación de europeos.

La vida en las trincheras era el horror en una zanja llena de barro. Continúos bombardeos, uso de armás químicas, asaltos a pecho descubierto, tensión y nervios. Un despiste, una elevación excesiva en la trinchera suponía un tiro solitario de los tiradores enemigos y la muerte. Aquella vida en el fango dio lugar al llamado Síndrome de las trincheras

En la noche del 24 de diciembre de 1.914 los mandos ingleses habían repartido octavillas advirtiendo a sus soldados que no se descuidase la guardia por más que esa noche fuese una noche de fiesta, corría el rumor de que las tropas alemanas aprovecharían la ocasión para atacar.

De repente, desde las trincheras inglesas, belgas y francesas empezaron a ver unas extrañas luces en las lineas alemanas. Avisados los oficiales británicos, estos observaron con prismáticos que los alemanes sostenían unos árboles de navidad con velas en las ramas, costumbre que luego se extendería por toda Europa. Los ingleses descargaron una andanada de fusilería que no les fue devuelta contra la costumbre establecida, aún al contrario empezaron a oir una tonada que les resultaba familiar a pesar de que se cantase en alemán: Noche de Paz. Los ingleses llevados por la nostalgia de sus casas y el sentimiento de la noche que era aplauden el villancico y empiezan a cantar otro que a su vez, al finalizar, es aplaudido por las tropas del Kaiser y durante un rato se turnan cantando villancicos y aplausos.

Los ingleses levantaron un pizarrón que ponía Feliz Navidad, un soldado alemán salió de la trinchera con un arbol, tiró el equipo y se dirigió al frente aliado, le siguieron unos compañeros con las manos en los bolsillos para que supieran que no llevaban armas. Al estar cerca gritó Feliz Navidad y un chapurreante Si nosotros no disparamos, vosotros tampoco. Unos y otros fueron saliendo a la Tierra de Nadie, retiraron los muertos que había, ayudándose en la penosa tarea. Un sacerdote ofició los enterramientos en dos zanjas pegadas. Los jovenes que allí estaban empezaron a intercambiar presentes, comida, barras de chocolate, latas de carne en torno a los fuegos que les calentaban. Comentaban cuan hartos estaban de aquella guerra, enseñaban fotografías de sus familias, se animaban a cantar y a compartir una verdadera noche de paz. Al día siguiente oficiaron una misa, compartieron la comida, bebieron vino, cantaron de nuevo y hasta jugaron un partido de futbol mientras las noticias llegaban a los Cuarteles Generales de ambos mandos que ante las inquietantes nuevas llamaron a los oficiales y exigieron que se reanudara la guerra. Los oficiales, tan hartos como sus soldados, negaron, hicieron caso omiso, asintieron sin más, pero no reanudaron la lucha pese a las amenazas de Consejos de Guerra.

A las 8.30 de la mañana del 26 de diciembre el Capitán C.I. Sockwell de los Royal Welsh Fusiliers se puso de pie, hizo un gesto de saludo a un oficial aleman, levantó su brazo y pegó tres tiros al aire. El oficial alemán devolvió la cortesía, camino a su trinchera seguido por sus hombres y dió dos tiros al aire.

La guerra se había reanudado



P.D. Muchos recordarán la canción de Paul Mc Cartney , Pipes of Peace, que está basada en esta historia y en el 2005 una película llamada Feliz Navidad del francés Christian Clarion.

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