sábado, 24 de marzo de 2012

Cielos rojos

El Génesis nos cuenta que en el principio creó Dios los cielos y la Tierra. Otros hablan de un proceso único y natural que ha ido conformando todo aquello que existe para que sea como es porque es la única manera en que puede ser para que existamos. Incluso ha surgido una nueva idea que recoge la primera y algo de la segunda para hacer a la fe y a la ciencia compatibles mediante el diseño inteligente. Tan peculiar y complicado es todo y depende de circunstancias tan pequeñas que tan solo una variable lo cambiaría todo. Sea como fuere, ahí arriba están los cielos. 

Generalmente, si hablamos de cielos pensamos en azules calmados y limpios salpicados con la metáfora más usada de siempre por evidente, las nubes de algodón. En caso de que juntemos en un mismo pensar cielos y malos augurios, el cielo entonces será gris, casi negro, tenebroso. Ante unos nos sentiremos llenos de primavera, aunque sea invierno y con otros nos sentiremos oprimidos bajo una capota que amenaza con plagas divinas. 

 Pero existe otro tipo de cielo, el cielo rojo, ése que con naranjas, amarillos, y pardos, se exhibe como un lienzo en muchos atardeceres haciendo juegos de luz en un espectáculo sin igual por delicioso y por diferente cada día. De todos los paisajes de la naturaleza que pudiese escoger, sin duda, elegiría un cielo rojo. Y por supuesto, lo compartiría. Los cielos azules son para grupos, los grises para la soledad y los rojos para compartir con alguien. Porque el cielo rojo junta pasión y amor, deseo y compañía, necesidad del otro y tranquilidad. Una mezcla de todo aquello que nos enardece y de todo lo que nos aseda en un solo lienzo pintado mil colores vivos rojizos, naranjas y ocres. Esa mezcla de sentimientos y sensaciones contrarias, e incluso rivales, que consiguen los cielos rojos cuando cae el último tono de luz y se hace la noche, son como un soplo de eternidad que se hace sensible dentro de nosotros y hace que sepamos que ese cielo lleva ahí millones de años para que hombres de todas las épocas disfrutarán de ellos como nosotros apenas unos instantes antes.


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