martes, 31 de enero de 2012

Elegidos para la gloria

Desde que tenemos conciencia de la existencia del mundo resuena en nuestros oídos aquella sentencia que nos ofrece todo por nada: ¡Heredaréis la tierra!. Sin embargo, a pesar de la imponente promesa, muchos hombres a lo largo de la historia quisieron hacer honor a tal regalo y consiguieron ser merecedores de dicha herencia. Hombres justos, otros buenos, otros inteligentes, algunos voluntariosos y otros meros instrumentos del destino pero que cumplieron con su deber cuando así les fue requerido. Algunos los conocemos por su nombre, conocemos su vida, sus logros, los estudiamos, leemos sus biografías, hacemos películas, son el referente y el espejo para mirarnos. Otros se sacrificaron por todos los que fueron, los que somos y los que serán.

Progreso y civilización son los dos faros que mueven y deben mover a la humanidad. Y no podemos limitar, acotar estos términos, ceñirlos a su aspecto más técnico y tecnológico. Empezamos a ser hombres el día que imaginamos, que construimos una metáfora, que rezamos, que pintamos en una pared. La rueda vino después, una vez que imaginamos. Así que progreso y civilización no pueden ceñirse a lo técnico sino también a lo humano, a lo excelso de lo humano, a la parte virtuosa de la humanidad. Esa dirección en la que tanto hemos avanzado no debe ser olvidada y arrinconada. A veces ni siquiera valen atajos. Debemos profundizar en valores, virtudes, derechos, libertades, conciencia social

La individualidad como parte del colectivo, el hombre en la sociedad. Se necesitan campos abiertos de libertad, de realización, de pensamiento, de profundidad y luego acoplarlo a los demás y al grupo. Nada tiene sentido en la individualidad solitaria, sino en el máximo desarrollo personal que aproveche a otros.

Somos porque fuimos, somos porque un día imaginamos, pensamos, dedujimos, explicamos con palabras lo que estábamos sintiendo, tomamos conciencia de nosotros y hoy debemos seguir en ese camino. Debemos pensar, razonar, profundizar, imaginar y tomar conciencia de nosotros mismos porque aunque todas estas cuestiones las hagamos de forma involuntaria, debemos darle el valor que tienen porque supusieron que ahora seamos como somos y tratar de explotarlas, de asumirlas, de proyectarlas, de hacerlas más grandes e importantes.

De esa manera nos habremos ganado el derecho a heredar la Tierra y mejorarlas para los que vengan.

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