domingo, 8 de enero de 2012

Lo exclusivo y lo distinto


 En realidad, el ser humano vive en una confusión permanente y tendemos a vivir en un error continuo de ideas y conceptos. Una de las cosas que más nos gusta a los hombres poseer es la exclusividad, entendida ésta no como algo individual, sino como algo al acceso de unos pocos. Si a cualquiera nos preguntan qué es lo exclusivo, diremos que lo diferente, lo excelso, lo mejor y otra series de calificativos que demuestren un rango superior. Sin embargo, no podemos decir que lo exclusivo sea lo mejor, ni siquiera bueno, pero dejémoslo en lo mejor. Imaginemos un paisaje idílico, una comida cara y cualquier otra cosa que puedan imaginar de alto rango y comparémoslo con el paisaje de una serranía, la que tenga cerca de su pueblo, con una comida deliciosa -no se vayan tan lejos, una tortilla de patata serviría- y lo que quieran imaginar pero de carácter habitual, no podrían decir que la primera opción es mejor que la segunda. Es distinta, pero no mejor. Y ése es el sentido de lo exclusivo: que lo sea para unos pocos, pero no lo mejor. Me dirán en algunos casos sí, y es cierto que es así, pero no siempre y ni siquiera casi siempre y con frecuencia ni en la mitad de las ocasiones.

Hace nada escuchaba a Adriá decir que el producto es bueno o malo por sí mismo y que ese es su valor. Lo que había que hacer, decía el Maestro, es sacar de él todo su sabor pero que un producto no era mejor por escaso y comparaba la trufa y la humilde patata. Y es que lo exclusivo lo es, no porque sea mejor que lo ordinario sino porque está reservado a unos pocos. Lo curioso es que la mayoría de la gente creemos que lo exclusivo es lo mejor, le asignamos propiedades superiores cuando el único y verdadero que tiene, per se, es que es restrictivo. Lo cual viene a decir que buscamos no lo mejor sino lo que nos diferencia de lo habitual.




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