domingo, 1 de abril de 2012

El eterno insatisfecho

Andaba perdido en ensimismamientos poco productivos y que tienen que ver con las musarañas y ejercicio inútil de pensar y recordaba la distinción entre deseo y amor que hace Ortega, que creo una de las más acertadas clasificaciones que se han hecho jamás por la sencillez de su argumentación, por su rotundidad al identificarse y por la clarividencia de la misma.

Para Ortega, el deseo muere cuando es satisfecho, ahí acaba todo. Cuando el deseo es colmado no hay lugar a más. Mientras que el amor es el eterno insatisfecho. Habiendo dado y recibido amor, este por su esencia y condición, sigue siendo insaciable, inacabable, insatisfecho en definitiva porque cada manifestación real o imaginaria, cada vínculo etéreo o tangible, cada momento junto o separado, cada recuerdo y cada esperanza son absorbidos y asimilados en busca de algo nuevo con lo que satisfacer lo que no puede ser nunca del todo satisfecho, si acaso momentáneamente.

De tal manera que cuando no hay búsqueda, realización del amor, certeza del sentimiento, abundancia de manifestaciones y la indiferencia se verbaliza aunque sea de manera parcial, el amor ya no es el eterno insatisfecho sino que ha mutado en algo que muere o puede morir. El amor en su estado más excelso es insatisfecho en lo pequeño y en lo enorme, en lo esencial y en lo tangencial, en lo vital y lo mortal porque nada llena más que el ser amado y si el ser amado no es una referencia permanente, una mínima satisfacción llenará nuestras ansias de él hasta que se vuelva a producir el deseo, de verle, de hablarle, de amarle, pero será deseo, mortal y no amor inmortal, eterno insatisfecho.


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